Te marchaste ante mis ojos,
me dejaste días huecos,
noches frías,
llantos y sollozos.
Se puso el sol,
salieron las estrellas,
y ya no brillan desde entonces
ni mis ojos ni mis huellas.
En un segundo todo se apagó,
dejó de funcionar,
y con ello mi preciada rosa,
mi preciada rosa me dejó
y ya no volverá.